26 de gener 2013

"La mano que enciende la mecha"


Llegiu-lo sencer aquí, un que ha trobat les paraules.

Cada día que pasa uno siente que no puede ser peor. Y no me hablen de pesimismo crónico. Por que más allá de estos límites imprecisos entre el miedo, el malestar y el desasosiego, solo queda la revuelta que no llega, porque la sedición interna está ya saciada de descontentos. Y uno mira más allá de sus fronteras más inmediatas y se avergüenza del tedio reinante revestido de compasión y hasta de la nueva y bendecida piedad solidaria. Cientos de iniciativas solidarias, pero poco más, ante un camposanto de desconsuelos y vidas raseadas, desposeídas de su potencial rebelde. Como si esa piedad privada reparara tanto desagravio colectivo. La vida, las vidas empeoran sin pedir permiso, las biografías cortocircuitadas enferman y se desplazan plomizas cabizbajo por la calle. Los relatos vitales entristecen y se someten a la más brutal resignación. Se doblegan al inmerecimiento de unos guardianes del Estado en estado de corrupción permanente. Bárcenas, ese bastardo de la corrupción santificada por un Estado que enaltece a sus estafadores de alta gama, no es más que la minúscula representación de un país absolutamente rociado de mierda.
Cada día la vida se retuerce más y más. Por sus aristas más finas, por sus demarcaciones menos consistentes. Como si una penitencia imprecisa pero cortante nos seccionara las venas de cada grito sangrante. Las familias, la ciudadanía y las personas ya no son las mismas. No se reconocen en el pasado perfecto porque el futuro se ha volatizado mientras otros hacen el agosto en pleno invierno. Y éstos, con nombres y apellidos; famosos, reconocidos, con poder, caminan impunes ante tanta matanza. Encantados en este reino de cruel chasquería. Nunca un Estado había estado tan secuestrado por la ignominia, el descrédito, la vergüenza, la corrupción, la mentira, la falsedad, la degradación y la infamia. Y todo ello santificado por un gobierno que vive y desea vivir lejos de sus votantes y no votantes. Un Estado embargado por la implacable ceguera de su propia incapacidad para corregir el rumbo hacia una bancarrota social inminente. Un Estado al que ya nada le importa salvo su propio banquete. Casi once millones de pobres en este desangrado reino de España son condenados a diario por la inanición mediática, ignorados, como si nada ocurriera. A lo sumo, utilizados como conejos de pruebas exploratorias de que todo puede empeorar aún más. Y mientras, la gente que uno observa, esta gente sin nada a qué agarrarse, excepto a su propia desesperación, pareciera que, sabiendo esto, aceptando esta inevitabilidad sin compasión, vuelve al refugio tangible de sus seguridades más inmediatas, a su casa, su hogar, su familia, sus pasiones, sus amores, sus ocios y sus socios inmediatos, los amigos, las compañeras de trabajo, los vecinos o hasta sus coadjutores. En ese territorio privado encuentra el sosiego ante tanto desasosiego.

4 comentaris:

Elfreelang ha dit...

reflecteix molt bé el que pensem el que sentim i el que passa......glups! bon cap de setmana zel...malgrat tot endavant les atxes !

Joan Guasch ha dit...

La llavor del canvi, però, ja ha començat a arrelar. La societat de després serà diferent. Que sigui millor depèn dels petits canvis que siguem capaços de fer individualment per sumar-los al col·lectiu.

Joana ha dit...

Un bon escrit.
Encara som massa bons que no muntem un desgavell d'aquells que després surten als llibres d'història.

rits ha dit...

Si que ens reflexteix els ànims de molts. Molts que ens sentim impotents i, almenys a mi em passa, que ja no sabem què fer.
Només ens queda tenir esperança de trobar una escletxa.